Gato

Gato sos que, en lugar de salir a deambular las noches, surcar cornisas y maullar a esa luna esquiva que se esconde tras las sombras, preferís el calor de una mano madre, la cama mullida y una caricia en tu panza redonda, porque ves la soledad de esa cama, la alegría del roce que se siente presencia y que disfruta el saberte a salvo.
Ves en esa cara, la satisfacción de haberte recibido, y lo escuchás a diario, porque esa boca no se cansa de repetirlo en noches frías y mañanas tiernas.
Cobijo que alcanza en la lluvia y te seca con ternura la punta de la cola, que voluntariamente metiste en el charco para que sea secada.
Agradecimiento mutuo, vos por el rescate de una muerte apresurada, temprana y segura en el famélico deambular lejano, y la mano que te mece por saberte cerca, aprendizaje y vida.
Porque la libertad no siempre es libre y no siempre se comprende, hasta que se hace gato, que vuelve porque elige, porque quiere, porque sabe que allí es roce, ronroneo, suave mordedura y ovillo entre los pies; calor, justo donde duele.
Porque sabe que ahí la soledad es menos sola, es incondicional amor, es elección, mano que mece, juego arisco y alimento. Alimento de almas, la tuya, la mía, la de un perro que te espera y te lame.
(1-4-19)